Me desperté de un sobresalto a las cuatro de la mañana.
Había tenido una pesadilla de gobierno. Soñé que estaba en medio de un trámite
tremendamente engorroso, que debía pagar una multa de cientos de dólares cada
cierto tiempo en forma indefinida, solo por haber cometido quien sabe qué, una
simple contravención de tránsito. Al despertar perdí el sueño y me quedé
pensando en que la pesadilla no dista mucho de la realidad.
Me considero una persona responsable y con un conocimiento
suficiente en el manejo vehicular y de las normas de tránsito vigentes, tal vez
no conozca al detalle de las sanciones enumeradas, pero no solo trato, sino que
cumplo disciplinadamente este reglamento de urbanidad. Sin embargo les cuento
que hace ya un tiempo, tuve que pagar cerca de 200 dólares por multas de
tránsito, les cuento por qué: la más cara me notificaron, cuando en
Guayllabamba por rebasar otro vehículo, marqué 104 o 107 km/h, unos puntillos
más del límite que es 100 km/h. La otra fue porque mi acompañante no se había
percatado en ponerse el cinturón de seguridad y la tercera nunca supe el por
qué.
La otra multa que fue superior a los 100 dólares, ni siquiera
lo supe hasta varios años después. Resulta que un familiar mío se llevó el
carro a Quito y en el apuro no se acordó lo de Placa y Pico; el carro había
quedado detenido hasta pagar la multa y hacer los trámites correspondiente,
hasta ahí todo bien. Pero resulta que después de una detención de estas en
Quito, a pesar de cumplir con las sanciones, el vehículo entra al sistema
metropolitano y aunque sea de provincias tenía que hacer a más de la
matriculación normal, las revisiones anuales en Quito, caso contrario la multa
se acumulaba. Una locura. Hace poco me encontré con un amigo, primero
preocupado por la falta de trabajo; segundo, desesperado porque se enteró de
que tenía que pagar alrededor de 500 dólares de multa por contravenciones de
tránsito.
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