Remontándonos a la época precolombina, la confederación
carangue-cayambe era un vasto territorio ubicado al norte de Quito, que se
extendía desde las riberas del río Guayllabamba hasta los límites con los pastos
por el río Carchi. Pueblos distribuidos en cacicazgos, con un importante grado
de desarrollo, que hoy puede ser corroborado por la cantidad restos arqueológicos,
donde priman las tolas y las pirámides truncas, en donde el Otavalo
prehispánico era el centro cultural y económico de esta gran nación. A fines
del siglo XV y comienzos del siglo XVI llegan los conquistadores sureños a la
región que actualmente comprende la República de Ecuador, siendo Tomebamba, la
actual Cuenca, la principal ciudad inca fundada en estas tierras. Al llegar a
Quito y querer extender sus dominio más al norte, los incas encontraron la más
feroz resistencia de estos pueblos que no estaban dispuestos a doblegarse
frente al invasor sureño. Al cabo de muchos años y cruentas batallas, la
confederación del norte se enfrenta en un histórico combate, en lo que hoy es conocido
como la batalla de Yahuarcocha, donde se calcula de entre 30 mil a 50 mil
muertos en combate; se dice que los muertos fueron lanzados al lago, por lo que
quedó como “lago de sangre”, Yahuarcocha.
Los incas básicamente estuvieron pocos años afianzando su
dominio en estas tierras, cuando de pronto llegaron otros invasores, esta vez
los españoles, que en un principio se aliaron con los nativos para borrar el
dominio inca; pero los peninsulares muy pronto se convirtieron en sus verdugos,
al institucionalizar un sistema de opresión y explotación de tamaño descomunal.
El Otavalo antiguo prehispánico se ubicaba en San Rafael, luego los españoles
se asentaron en tierra Sarance y por el prestigio e importancia que denotaba el
nombre de Otavalo, adoptaron ese nombre permanentemente y se establece la
ciudad en la que actualmente convivimos entre indígenas y mestizos.
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