Todos los miembros de la familia, que estaban en condiciones de caminar en ascenso, varios kilómetros en dirección al taita Imbabura, nos despertamos apresurados dos horas antes de que llegue el alba, con la idea enfocada en coger la mayor cantidad de catzos blancos, en las faldas de este mítico cerro. Recuerdo que a finales de la década de los 70, no importó que fuera la fecha más importante de Otavalo, el 31 de Octubre, en el que, como portaestandarte de la Escuela “César Antonio Mosquera” de la comunidad de Agato, debía estar puntual para el desfile cívico de la ciudad, para madrugar a los catzos. Aunque la caminata al Imbabura fue como siempre una anecdótica aventura, esa vez no tuvimos la suerte de atrapar una cantidad aceptable de estos muy cotizados insectos blancos. Más peor aún, recuerdo que después de “corretear” hasta Otavalo, casi llego atrasado al desfile.
La tradición andina de la preparación gastronómica de los catzos, a pesar de la influencia de otras costumbres, no ha desaparecido; sino más bien se ha “comercializado”, esto, a razón de que por hoy lo podemos comprar en ciudades como Otavalo e inclusive Quito. Muchos por ignorancia o estar habituados a otro tipo de alimentos, podrían ver con repugnancia, pero su valor nutricional está por demás demostrado científicamente. Si se lo prepara adecuadamente y se lo combina con el tostado de maíz, puede convertirse en un exquisitez para cualquiera. Una publicación seria enfatiza que: “La carne de catzo tiene muchas proteínas, también contiene carbohidratos y minerales. No hay ninguna contraindicación para consumirla. Su carne es tan saludable y nutritiva como la carne de pollo”. Pues bien, una vez más queda demostrado, cuanta sabiduría la de nuestros antepasados, al haber heredado esta sana costumbre. ¡Buen provecho!
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