jueves, 18 de diciembre de 2014

Democracia degradada

No nos engañemos, en los últimos años en el Ecuador la democracia se ha degradado. Hace unos ocho años, una mayoría abrumadora de ecuatorianos y ecuatorianas, cansada del viejo juego político de la llamada “partidocracia”, apoyó un nuevo proyecto político y electoralista de un grupo de jóvenes e intelectuales de izquierda, que ante la caída del bloque socialista en Europa y aparentemente el derrumbe ideológico de la izquierda universal, no habían perdido las esperanzas de captar el poder y dar una alternativa de gobierno, ante el fracasado modelo neoliberal que se habían impuesto, años atrás en toda la región. Al escuchar como propuesta el llamado a una asamblea constituyente y la refundación política del Estado ecuatoriano, con  una participación mayoritaria de sectores que fueron tradicionalmente marginados de la vida política del país, hizo palpitar muchos corazones y avizorar nuevos horizontes, mientras el brillo de nuestros ojos aumentaba.

Los años han pasado y se han realizados cambios muy importantes en el país. Pero nuestra representatividad política se ha tornado sórdida y maliciosa. Nuestros representantes ante el poder político, han robado la primicia de la verdad absoluta y se han alejado en forma abismal de su pueblo; para guarecerse en la embriaguez del poder y del servilismo, que los hace pensar, que son los elegidos de la profecía histórica de nuestro país e incluso más allá. Todos sabemos que el poder embrutece y que se necesita ser sumamente cauto, para no caer en la maraña de la soberbia, el egocentrismo y la malicia. Nadie puede atribuirse el conocimiento supremo, la inteligencia absoluta o la representatividad total, en el “arte” de gobernar un pueblo; si pensamos de esta manera, estamos frito y próximos a quemarnos.

Qué pena mirar a un grupo de jóvenes ecologistas, arrodillados y con las manos arriba frente al autobús de la Caravana Climática, acosados infamemente por la Policía Nacional, a su paso por el Ecuador, hacia la cumbre ambientalista COP20, que se realizó en Lima. O la actitud chabacana del máximo de la cancillería, quién dijo que “Si alguien quiere visitar nos avisa y si nosotros queremos lo aceptamos…”, al negar la entrada a un grupo de congresistas alemanes interesados en conocer de cerca el caso Yasuní; pone en evidencia la exagerada arrogancia con la que se puede mirar desde las alturas del poder.  Por último la pretensión del gobierno con la orden de desalojo a la sede de la Conaie en la ciudad de Quito, que hace más de 20 años, algún gobierno de sensibilidad social puso a nombre de la máxima organización indígena del país, nos deja en claro que la intención del gobierno es desmantelar todo rastro deliberativo, frente a cualquier decisión oficial. 

Con una prensa libre acosada, las instituciones del Estado más subordinadas al líder que a la legalidad, indígenas minimizados, estudiantes presos, consultas populares a la carta y el deseo de perennizarse en el poder; es fácil pensar que ya no velarán por los intereses del pueblo, sino del suyo propio y de su grupo servil. Así, claro que nuestra democracia se ha degradado.    

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