Expreso mis esperanzas también de que el Ecuador pueda
construir aquella democracia plurinacional e intercultural que garantiza
nuestra Constitución; que los pueblos originarios se fortalezcan en su cultura
e identidad, sin renunciar a los cambios y corrientes de pensamiento
universales. Que nuestros gobernantes y dirigentes sintonicen el sentir de su
pueblo y trabajen por su bien, posponiendo sus intereses particulares o de
grupo. Que el respeto entre culturas, un requisito imprescindible para una
convivencia pacífica, prevalezca sobre los complejos y prejuicios étnicos de
heredad colonial, que todavía se niegan a desaparecer.
Al calor de muchas creencias proféticas, también nuestro
deseo de que la humanidad camine hacia una nueva espiritualidad de mayor
equilibrio y entendimiento. Clamamos un respeto sagrado a la vida y a la
dignidad humana; que las guerras abominables en Siria, Palestina y otros tantos lugares de la
tierra, sean expulsadas definitivamente; que los pueblos del mundo siembren
trabajo y educación, para que cosechen libertad y democracia; que los
habitantes del mundo tomemos mayor conciencia a la hora de cuidar y respetar la
naturaleza, nuestra madre tierra. Que las voces de los oprimidos del mundo sean
escuchadas con atención, que el canto a vida sea coreada por todos los pueblos
de la tierra.
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