La comunidad indígena de Agato está ubicada a unos 15 minutos de la ciudad de Otavalo, a los pies del mítico cerro Imbabura; reconocida por la bravura de su gente, es quizá la comunidad de la que más gente ha salido en calidad de migrantes. Cuenta la historia que en la época hispánica los “indios” más rebeldes que no estaban dispuestos a someterse a la esclavitud de los obrajes impuesta por los españoles, se replegaron en las tierras más altas correspondiente al Imbabura. En la época republicana jamás se sometieron a las haciendas ni a los gamonales, incluso ni la administración estatal pudo entrar en esta comunidad, hasta la llegada de los misioneros evangélicos procedentes de Norteamérica y las hermanas Lauritas, hace más de medio siglo.
El principal medio de sustento de esta comunidad es el comercio; la artesanía y la agricultura ocupan un lugar importante de su economía. Por hoy sin miedo a equivocarnos podemos afirmar que la mayoría de los residentes indígenas de la ciudad de Otavalo, proceden de esta comunidad; y fuera de la fronteras del país, Colombia fue uno de los destinos más preferidos de los migrantes agateños, sin embargo por ahora podemos encontrar gente originaria de Agato, casi en todos los países donde están presentes los otavalos.
El conocido Pawkar Raymi o Carnaval de Agato, tal como se lo conoce ahora, se remonta a unos cincuenta años atrás; pero la celebración mística de esta fecha, se remonta a cientos o quizás miles de años atrás, tal como lo demuestran los vestigios arqueológicos encontrados en la comunidad y sus alrededores que datan de hace más de 3 000 años a.C., según estudios del reconocido arqueólogo César Vásquez Fuller. Muchas de las piezas encontradas son instrumentos musicales como zampoñas de jade, pallas, pingullos, rondadores, sonajeros, flautas y gaitas de oro, de barro y de hueso.
Esta noche la comunidad está de fiesta con su “Agato Hatun Tuta” (La Gran Noche Agateña), un espacio circunscripto para crear y recrear la cultura, como también para el reencuentro de las familias que regresan a su “llakta”.
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