Toda transformación dentro de una sociedad, conlleva aspectos positivos y negativos, en menor o mayor proporción de acuerdo a la dinámica circunstancial; podemos señalar que los otavalos somos proclives a los cambios, pero esos cambios no deben ser tan abruptos ni caóticos, como en el caso de la juventud indígena, que en los últimos años han aparecido con modas y tendencias culturales demasiadas extrañas a nuestra realidad étnico-cultural.
Por ejemplo hasta hace poco, para el Pueblo Kichwa Otavalo, cortarse el pelo largo, era considerado un gran sacrilegio, so pena de expulsión de una comunidad; más aún ese acto era una sentencia o castigo a los ladrones atrapados en flagrante acto dentro de una comunidad indígena. Hoy parecería que muchos de nuestros jóvenes cayeron dentro de ese dictamen delictivo.
Estamos claros que estos son tiempos de la informática y la globalización, que las culturas pequeñas y débiles del mundo, serán absorbidas por la cultura occidental, pero considero que este no es nuestro caso, somos un pueblo reconocido y de raíces antiquísimas, con un gran sentido de identidad y de apego a nuestra tierra y al tayta Imbabura; por lo que tenemos el reto de saber confluir el modernismo con las tradiciones autóctonas.
Lejos de pregonar un etnocentrismo irreal o fantasioso, considero que las transformaciones culturales deben realizarse, sin lesionar aspectos vitales de identidad, como por ejemplo en nuestro caso, el pelo largo en hombres y mujeres, el idioma y la llamada cosmovisión; para esto a más dirigentes, activistas culturales y padres de familia, necesitamos políticas estatales bien definidas, fundamentadas en el aspecto plurinacional y pluricultural del estado ecuatoriano.
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