viernes, 7 de abril de 2017

Elecciones sospechosas

En elecciones anteriores, desde que tengo uso de razón, nunca hubo sospechas de fraude tan grandes como las que hoy, después de la elección presidencial del 2 de abril, se han dado. Por más rivalidad ideológica y enemistad política que haya existido entre el candidato ganador y el perdedor, casi siempre, por no decirlo siempre, habido aceptación y resignación a los resultados emitidos; en primera instancia por los llamados “exit poll” y después ya a los resultados oficiales que siempre coincidían casi con el resultado final. Pero en esta ocasión las cosas cambiaron inexplicablemente, más aún si tomamos en cuenta que por hoy, se tiene el apoyo de las nuevas tecnologías de la información y transmisión de datos en forma instantánea, a más de eso el apoyo y la participación de distintos organismos, entre otros factores. Las empresas encargadas de las encuestas a boca de urna, dieron sus resultados al término de la elección, con una tremenda diferencia la una de la otra, que provocaron el festejo de las dos candidaturas en simultáneo, como los eventuales vencedores.

Según estas circunstancias, el ciudadano común con mínimo de inteligencia, se da cuenta de que aquí alguien está mintiendo. A más de eso vienen las denuncias de un apagón informático en el CNE, inconsistencias en miles de actas, entre otras. Por otro lado Polibio Córdova, representante de una encuestadora muy reconocida como es Cedatos, denuncia un nuevo ciberataque a su sistema informático, que espero no sea obra del hacker más famoso del mundo que tiene el Gobierno; así mismo la principal de Participación Ciudadana, Ruth Hidalgo, denunció haber recibido amenazas de muerte; un cúmulo de sucesos preocupantes.

Cuando los resultados marcan una mínima diferencia entre dos candidatos, más aún con estas anormalidades, es justo y necesario hacer una revisión exhaustiva del proceso electoral, si es necesario incluso revisar las urnas voto a voto para dar total legitimidad y legalidad al candidato ganador; si esto no ocurre, el país corre el riesgo de convertirse en un polvorín, y eso nadie quiere en las actuales circunstancias, en que la población se ha polarizado peligrosamente.

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