Hace poco, una fotografía del presidente Hugo Chávez, publicada por este medio de comunicación, me impresionó muchísimo. Un Hugo Chávez decaído y muy bajado de peso, distaba mucho de aquel comando que un día lideró un golpe de Estado en Venezuela.
Lejos de las diferencias ideológicas que pueden tener los seres humanos, considero que la salud y la integridad física, es una cuestión sagrada que nadie debería negar a otro prójimo; por lo que deseamos sinceramente al presidente venezolano, su pronta recuperación. Los avatares de la vida siempre nos inducen a una reflexión, en este caso sobre cual frágil y vulnerable que es la vida.
Muchos piensan que son indestructibles y eternos, vociferan y maltratan a quien se encuentren en el camino, acumulan poderes y bienes, se apartan de la sacralidad de la vida y la convivencia, se declaran enemigos de medio mundo, seducidos y embriagados por el vino del poder, deliran con morar el Olimpo, se vuelven ciegos hasta el punto de desconocer que somos prescindibles, que somos pasajeros, y que la estadía en esta vida no está garantizada. También hace poco, víctima de la inconsciencia y la fiereza humana, uno de los más grandes latinoamericanos, no solo por su condición de artista de la poesía social, sino por su sencillez y su sensibilidad, como fue el argentino Facundo Cabral; tuvo que decir adiós, al adelantarse de esta existencia, hacia el encuentro con la eternidad. Pero sus canciones, su poesía, su crítica existencial y sus buenas obras, perdurarán por siempre. Al recordar la inmensidad del universo, deberíamos llenarnos de humildad, porque físicamente ni siquiera somos una partícula de polvo, somos nada. Pero el ser humano tiene esa virtud divina de poder trascender, de inmortalizarse por sus buenas obras; porque según hemos reflexionado, estamos aquí, en esta realidad, con un objetivo claro y sencillo: ser felices y hacer felices a los que nos rodean. Es momento de pensar, repito, que no somos inmortales ni imprescindibles.
No hay comentarios:
Publicar un comentario