Tal como presagiaron varios autores y tratadistas políticos hace décadas, la revolución socialista radical, es un acontecimiento histórico poco probable en el presente y futuro próximo de América Latina, debido a una combinación de circunstancias de distinto orden; de hecho pocas revoluciones auténticas se han suscitado en América Latina; la alfarista de 1895 en el Ecuador, la revolución mexicana de 1910, la cubana de 1958, y la revolución sandinista nicaragüense de 1989; a pesar de que Latinoamérica siempre ha sido un bastión de la injusticia social.
Todo revolucionario sabe, para que una revolución radical, mediante la lucha armada triunfe, primero tienen que darse las condiciones necesarias en un país, además el precio de una guerra fratricida es demasiado alto; nuestros pueblos no están para eso, sin embargo dentro de la izquierda universal, siempre ha existido la alternativa del proceso revolucionario, mediante el reformismo, entendido como la vía al socialismo mediante el uso y práctica de mecanismos permitidos por la democracia corriente, conocida también como la revolución pacífica; tesis que se antepone a la revolución violenta y rápida; de hecho ahora nuestros países están incrustados en el proceso reformista, talvez con una suerte un tanto mejor a la que tuvo Chile con Allende hace más de 30 años.
A buena hora que podamos cambiar y refundar nuestros estados por la vía pacífica al socialismo, incluso el mismo Carlos Marx no excluyó la posibilidad de ensayar una estrategia reformista, en donde el socialismo triunfe por medios pacíficos, en sociedades en el que la tradición liberal-democrática se ha consolidado. (La Haya-1872)
Hoy estamos muy seguros que los cambios revolucionarios lo podemos plantear, pero con otro tipo de armas, como son las ideas, el debate, la participación y las urnas. Los tiempos han cambiado; la ciencia, la técnica, la política, la filosofía y las ideas han avanzado; queremos un cambio social, que nuestras sociedades evolucionen hacia un socialismo moderno, con democracia, con libertad y dignidad, donde los seres humanos no sean esclavos del capitalismo, pero tampoco esclavos de un estado burocrático omnipotente. Un socialismo de inteligencia y no de fuerza bruta, donde los dogmas ideológicos sean superados. En consecuencia es importante que la izquierda radical latinoamericana replantee su proceso revolucionario acorde a este nuevo siglo.
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