sábado, 31 de octubre de 2015

Acertada inversión

La autopista que cruza el centro de la serranía ecuatoriana luce impecable, el sonido del motor y el ruido del viento acariciando la humanidad del conductor, es una sinfonía multicolor de sensaciones, difícil de explicar sin ser un poeta. Viajar en un vehículo motorizado de dos ruedas, en una mañana de sol radiante, por el callejón interandino de nuestro país, no tiene precio. Los imponentes volcanes y nevados, rodeados por una infinidad de ciudades y poblaciones, se contrastan con el cielo azul equinoccial de nuestro país, recordándonos una vez más, que nuestra tierra es prodigiosa y tiene un valor turístico incalculable.

La modernización vial que se ha producido durante los últimos años, es una inversión más que acertada en términos turísticos, y el reto del gobierno nacional, a pesar de la crisis económica producida por los últimos fenómenos económicos conocidos por todo el mundo, sería justamente el poder concluir en forma rápida las obras en ejecución y seguir con las vías de segundo y tercer orden, donde se incluyen caminos vecinales, puentes, entre otros. Una red vial óptima, es nuestra carta de salvación para enfrentar cualquier tipo de recesiones, pero siempre con una visión de país y sin apasionamientos políticos.

A pesar de las proclamas del Gobierno Nacional, que sugieren que el cambio de la matriz productiva ya está en ejecución o está próximo a concretarse, es sensato lejos de la demagogia reconocer, que este es un proceso a largo plazo. Mientras esto sucede, apuntalar al sector turístico más allá de las carreteras, sería una excelente medida, para que el anunciado cambio, sea una realidad medible, en términos económicos y sociales. Aunque el petróleo sea irrenunciable, es muy importante que nuestro país al igual que otros, deje definitivamente su dependencia económica del llamado “oro” negro, y el turismo nos puede ofrecer muchísimo.  

lunes, 26 de octubre de 2015

¿Estamos solos en el universo?

Lejos del mito de los ovnis, que más bien parecen responder a pruebas de vuelo ultrasecretas de gobiernos de países que ostentan ser  potencias tecnológicas, y otras a la enorme capacidad fantasiosa de los mortales, a menos que sea como muchos lo suponen, una conspiración de dimensiones inimaginables; la existencia de vida inteligente fuera de nuestro planeta Tierra, podría ser más certero que encontrar una pepita de oro en una enorme playa.

La búsqueda de civilizaciones superavanzadas fuera de nuestro mundo, ha sido una ardua e infructuosa tarea hasta ahora, que incluso astrónomos reconocidos sostienen la imposibilidad de que haya vida alienígena altamente inteligente en el universo “cercano”; o, si las hay, no han dejado rastro alguno en las galaxias cercanas a nuestra Vía Láctea. Se supone que en el caso de que existiese una civilización tipo III, la más avanzada que podría existir en el universo, esta aprovecharía los recursos energéticos de toda su galaxia. En este proceso, se cree, que se filtraría una gran cantidad de calor residual en el espectro infrarrojo medio. En contraparte y para sorpresa de esta tesis, científicos de la Universidad de Yale, han alertado sobre patrones inusuales en el brillo de una estrella lejana, que sometido a un análisis minucioso, dan como resultado una alta probabilidad de responder a la obstrucción creada por una megaconstrucción alienígena.

Hace apenas cinco meses se produjo uno de los descubrimientos más sorprendentes dentro de la astronomía, el de Kepler-452b, un exoplaneta que orbita a la estrella Kepler-452, una enana amarilla ubicada en la Constelación Cygnus, descubierta por el telescopio Kepler, al cual debe su nombre. Es el primer cuerpo planetario de dimensiones y características similares al de la Tierra, cuya existencia ha sido confirmada, hasta ahora. Si pretendiéramos viajar a este mundo, en una nave como la New Horizons, la más veloz construida hasta ahora, tardaríamos 24,8 millones de años, pues está a 1400 años luz de distancia del Sistema Solar. 

lunes, 19 de octubre de 2015

Peligro eminente

Muchas veces tenemos la inclinación a pensar que nuestros gobernantes o los gobernantes del mundo, son una especie de personajes de altísimo nivel y preparación, incluso tenemos la tentación a creer que son una especie de entes iluminados, que en su momento sabrán tomar la decisión más adecuada para sus gobernados. Para nada, son personas como usted o yo, comunes y corrientes, con sus virtudes y miserias, o quizá peor en muchos casos. Esto a razón de que muchos de ellos, tienen el poder inclusive de iniciar, la destrucción total de nuestro planeta Tierra.

Con el “naufragio” de la antigua URSS y el “desmantelamiento” del Pacto de Varsovia, se proclamó el fin de la Guerra Fría, se pensó quizá erróneamente que el peligro de una guerra nuclear se había terminado; pero deberíamos recordar que las armas nucleares de las superpotencias quedaron intactas, más peor aún, pudieron haber diseminado por otros países del tercer mundo, proclives al terrorismo y a la guerra. El terrorífico inframundo de las “bombas atómicas” yace bajo la aparente pasividad consumista y el desarrollo tecnológico que nos ha embriagado, afectando nuestra sana percepción de la realidad. El celo y el recelo, los intereses económicos, la envidia, la venganza, el fanatismo ignorante, suenan a un pleito entre dos comadres del vecindario; pero no es así, son pasiones que mueven a las potencias, tanto occidentales como orientales.

En el escenario bélico de Siria, Rusia presidido por el antiguo agente de la temida KGB, Vladímir Putin, se ha erguido nuevamente como potencia militar, dentro de la política mundial y parece que el mundo se encamina hacia una nueva polarización. El peligro de una confrontación militar a escala global todavía está presente, ahora más que nunca. Si algún organismo supra nacional no es capaz de consensuar un desarme mundial a mediano plazo, la humanidad corre un serio riesgo de la aniquilación total. Está claro, desde las grandes guerras del siglo XX, la humanidad no ha madurado nada.        

viernes, 9 de octubre de 2015

El viaje de Che

Era el primer mes de 1952, cuando Ernesto Guevara de la Serna, acompañado por su amigo Alberto Granado, salieron el día 4, a bordo de la ya mítica motocicleta bautizada como la Poderosa II, desde Córdova Argentina, con la intención de descubrir la América Latina profunda que palpitaba a herida abierta de la injusticia social de aquella época. Los viajes aventurados por tierra, mar o por las nubes, tienen una carga nutrida de experiencias que se impregnan rápidamente en nuestra memoria afectiva; y fue ese hecho lo que marcaría en Ernesto, su rígida personalidad revolucionaria.

En México, sin dudar ni por un instante, acepta la invitación de Fidel Castro y se une al comando revolucionario que liberaría Cuba, del mandamás Fulgencio Batista. Es el triunfo de la Revolución Cubana de 1959, lo que eleva al Che Guevara a la palestra de la geopolítica mundial, y entre el ajetreo de reestructurar el país y la gloria de la fama y el poder, el Che Guevara fiel a sus convicciones políticas, opta por un retiro cauto de las cámaras de televisión y de los micrófonos, para seguir su destino que es el “internacionalismo”; después se lo ubica combatiendo en plena jungla centro africana, en Congo. Después se desplazó en secreto a iniciar un foco guerrillero en Bolivia, país estratégico que se ubica en pleno centro de Sudamérica y es aquí en 1967, donde cae en combate, para luego ser asesinado por las huestes del ejército boliviano y la CIA.      

Es muy emotivo recordar y reconocer más allá de sus creencias ideológicas y políticas, su profundo compromiso con los desposeídos, su desprendimiento y sacrificio total a la causa de la revolución.   El “Che”, como lo bautizaron sus camaradas cubanos de Sierra Maestra, goza ya de la gloria eterna de los mártires de la humanidad y estará presente su espíritu rebelde, en cualquier parte donde se produzca la injusticia y el abuso desde el poder. Hoy es el aniversario de su muerte.    

miércoles, 7 de octubre de 2015

Desarrollo asimétrico

En relación al proceso evolutivo que tuvo el ser humano y que duró millones de años, desde los primeros homínidos hasta el Homo sapiens, la historia de la humanidad que empezó a registrarse desde la invención de la escritura, ocurrida hace unos 5300 años en el Medio Oriente, es relativamente un tiempo muy corto. La imprenta inventada por Johannes Gutenberg hacia 1440, no ha completado todavía ni el milenio; ni qué decir del descubrimiento y uso de la electricidad ocurrida hace aproximadamente unos 200 años. El siglo XX se constituye como la “edad de oro” de los descubrimientos científicos y los inventos tecnológicos, dentro de esto, el desarrollo de las computadoras y el nacimiento de la internet global, ocurrida hace menos de veinte años, ha tenido una gran incidencia en la humanidad.

El desarrollo tecnológico a gran envergadura, vivida durante los últimos años, es positivo. Lo que es innegable y lamentable desde mi punto de vista, es el “desarrollo” o la “innovación” del pensamiento social, que permita una convivencia aceptable en el mundo. El progreso tecnológico avanza asimétricamente en cuanto al desarrollo de las sociedades que se ha mantenido trunca. El sufrimiento mundial a consecuencia de las guerras fratricidas, la enorme brecha entre pobres y ricos, el hambre, la injusticia, la falta de libertades, el dogmatismo religioso y político; poco han cambiado en relación a lo que sucedía hace dos mil años. Hace falta realmente una aceleración en el desarrollo del pensamiento, la filosofía que pueda incidir en un cambio real dentro de las relaciones sociales en el mundo.

En un mundo que se dirige hacia la automatización y el individualismo hace falta regresar a mirar sobre los valores clásicos, como la lectura, la conversación gratificante, el debate cordial de ideas, la naturaleza, el amor, la poesía, la filosofía, la espiritualidad. En un mundo cada vez más competitivo, “economicista”, hace falta la meditación, no olvidarnos de la solidaridad, la justicia. El desarrollo humano sería incompleto si nos enfocamos solamente en el desarrollo tecnológico o científico.