sábado, 13 de julio de 2013

Apología a la muerte

Así como una jornada bien empleada produce un dulce sueño, así una vida bien usada causa una dulce muerte, decía Leonardo Da Vinci. Todos tenemos que morir tarde o temprano, ese es nuestro destino, heredado gracias a la desobediencia de Adán y Eva a su Creador, según la tradición cristiana. Será el fin de nuestro universo personal, reservado para el día en que nos ausentarnos de este mundo. Todo se acabará y poco a poco la oscuridad envolverá nuestra carne y nuestro espíritu; espíritu que según mi apreciación, es una prolongación de nuestra energía corporal o material, del bosón de Higgs, de la partícula subatómica conocida también como la “partícula de Dios”

El temor a la muerte y la necesidad de buscar una explicación a lo desconocido, es lo que ha germinado en cientos de religiones que se disputan a sangre y fuego su verdad absoluta. Paraísos y lagos de fuego, dicha y sufrimiento eternos, muerte espiritual y la vida eterna, incluso la opción de convertirnos en dioses, son opciones que nos ofrecen a la carta, muchas de las religiones. Tanta fantasía por despreciar el racionalismo; en todo caso démosle al hombre la posibilidad de soñar, que eso alimentará su esperanza y la sacra fe, a la final lo que importa es su felicidad, sin importar que sea una dulce fantasía. ¿Pero y la verdad? La verdad os hará libres, como decía hace dos mil años, aquel espléndido hombre llamado Jesús. ¿Será posible que seamos felices y esclavos, o buscar la verdad por más dolorosa que sea, para poder verdaderamente ser libres?

Nuestra vida, esa es la verdad; nuestra respiración, nuestro mundo, nuestra capacidad de amar, de crear y recrear, de sentir la verdadera felicidad, de saber que existimos, de aceptar que somos criaturas imperfectas en constante evolución. La muerte será nuestra graduación, en ese momento nos acercaremos a la verdad desconocida, al reencuentro con nuestro cosmos; porque eso somos, polvo cósmico, materia y energía que mueve el universo, o talvez multiversos. Personalmente no tendré miedo a morir; pero sí temeré, temblaré frente al sufrimiento.

jueves, 4 de julio de 2013

¿Y la plaza de ponchos?

Es positivo que las autoridades municipales del Cantón Otavalo, inauguren y se proyecten con las grandes obras que necesitan la urbe y los sectores rurales. Pero como artesanos y dirigentes no llegamos a entender la suerte de abandono que ha sufrido la “Plaza de los Ponchos”. Siendo la plaza y los sectores artesanales el motor de la economía otavaleña, ahí no se ha invertido ni una sola piedra. ¿Cómo puede ser tan descuidada y despreciada por las autoridades competentes? Puede ser válido o hasta cierto punto cómodo, argumentar que no se ha podido trabajar en el lugar, a razón de desacuerdos internos entre los artesanos y comerciantes; pero recordemos que dentro de un colectivo, siempre habrá discrepancias o hasta conflictos, que por demás pueden ser superados de una manera democrática e inteligente. Comprendo que las responsabilidades son compartidas; obvio, que todos tenemos un cierto grado de responsabilidad.

Nuestro mercado artesanal prácticamente estaba abandonado durante los últimos años, tanto por las autoridades competentes, como por la dirigencia y sus organizaciones. Ante los últimos movimientos e inquietudes, generados alrededor de la Plaza de los Ponchos, considero que es un triunfo del Cabildo Kichwa de Otavalo, haber logrado sacudir la conciencia local; es digno de reconocer por hoy una nutrida presencia de la Policía Nacional y la policía municipal en los alrededores de la plaza, por el tema de la seguridad; el tema de una transformación integral de nuestro mercado, comienza a generar esperanzas entre sus usuarios; los artesanos y comerciantes han optado nuevamente por organizarse y activar condiciones para buscar el progreso; las autoridades municipales han regresado su mirada al desdichado mercado artesanal de Otavalo.

Es momento de sincerarnos; artesanos, comerciantes y dirigentes estamos dispuestos a empeñar un trabajo desinteresado y conjunto, a favor de este sector comercial y económico. ¡Ahora bien!, estamos a la expectativa. Esperamos una respuesta clara y oportuna de las autoridades municipales.

Entre el odio y el perdón

El odio es uno de los peores enemigos de la humanidad. Por el odio y los complejos se han cometido los crímenes más atroces en la historia, y se lo sigue cometiendo. Los conflictos y las guerras fratricidas en el Oriente Medio, son un claro ejemplo de ello. Por esa razón se debe tener mucho cuidado con los conflictos políticos a nivel de nuestros países. En una sociedad polarizada ideológicamente, el odio podría encontrar muy peligrosamente su caldo de cultivo, y no queda por demás, hacer un llamado a los gobiernos y gobernados, a fijar su mirada hacia el respeto, la reconciliación, el diálogo y los acuerdos mínimos en pro de una sociedad pacífica.

Magnífico, impresionante, conocer la historia y la transformación militante de uno de los hombres más grandes del siglo XX; sí, hablo justamente de Nelson Mandela, hombre que encarna los valores del perdón y de la reconciliación, por haber sido víctima del irracional sistema político sudafricano del Apartheid, y después de pasar 27 años en prisión, regresar, triunfar en las elecciones presidenciales de 1994, y de lleno renunciar a la venganza contra la minoría blanca sudafricana. “El perdón libera el alma, hace desaparecer el miedo. Por eso el perdón es un arma tan potente” dijo Mandela con sabia razón. Luchador eterno por su pueblo, curiosamente permaneció fichado en Estados Unidos como terrorista hasta 2008.

Pero lo más destacable de Mandela fue o es, su condición de ser humano y no la de un santo como mucha gente creía al principio; humanidad reflejada en su afán de evolucionar como hombre, de transformar sus ideales, de reconocer que en política los dogmas no tienen cabida, de optar por construir en vez de destruir, de perdonar. Recordemos que una de las rupturas en la vida política de Mandela se produjo tras su liberación en 1990, cuando después de haber orientado y creído que la lucha armada sería la única vía para doblegar al poder blanco, abandonó los marcos y las referencias marxistas o socialistas profundas de pensamiento y acogió un marco casi liberal.

Los solsticios y los antiguos

Los solsticios y los equinoccios han marcado prácticamente la vida religiosa de muchos pueblos alrededor del mundo. Astronómicamente, los solsticios son los momentos en los que el sol alcanza la máxima declinación, en el caso de un día como hoy, 21 de junio; una declinación norte de (+23º 27’) y en diciembre (-23º 27’) con respecto a la línea ecuatorial terrestre. En el solsticio de diciembre por ejemplo, en las culturas romana y celta, se festejaba el regreso del sol; a partir de esta fecha para estos pueblos ubicados en latitud norte, los días empezaban a alargarse. Esto se atribuía según sus creencias al triunfo del sol sobre las tinieblas o la oscuridad, posteriormente con el dominio del cristianismo, se decidió situar en una fecha cercana, el 25 de diciembre, el nacimiento de Jesucristo; otorgándole el mismo simbolismo de renacimiento, esperanza y luz del mundo. Algo parecido sucedió en los Andes, pues el Inti Raymi, con la dominación española, pasó a llamarse la fiesta de San Juan.

La vida de las culturas auténticamente andinas, se ha ligado siempre a la traslación anual del astro rey o “Tayta Inti”. Por eso la importancia cultural de la celebración mayor de los pueblos originarios, que es el Inti Raymi, algo así como la navidad para occidente. Las culturas originarias de lo que hoy es Ecuador, según estudios realizados por distinguidos antropólogos e historiadores ecuatorianos, tenían un conocimiento muy elevado de astronomía; así lo demuestran los diferentes puntos de observación descubiertos y localizados en la región norte de nuestro país. Conocimientos y sentido místico, que por hoy tratamos de recuperar y valorizar, dando un sentido a estas celebraciones que están bajo un pleno proceso de extinción o distorsión. Debemos muy responsablemente tener un claro discernimiento de lo que representa un valor cultural, del simple y llano carácter folclórico, como se lo ha tratado de concebir a nuestra herencia cultural. Las celebraciones de nuestros ancestros, por hoy siguen siendo nuestras.